martes, 22 de marzo de 2011

¿SABRIAS VIVIR UN DUELO?

Por hilario.martinez@auraconsulting.es
Hace poco, nos ocurrió unas de estas cosas que nos gustarían nunca ocurriesen. Llamamos una amiga para saber de ella y quedar a cenar o pasear un día. Marcamos su móvil y cuando nos responde su voz comenzamos.
“Hola, ¿Cómo estás? Llevábamos mucho tiempo sin saber de ti. ¿Puedes hablar ahora o te pillo mal?…”
Y su respuesta (sobre un fondo de muchas voces) nos dejó casi sin palabras.
“Acaba de fallecer mi madre y no sé qué hacer. Disculpa si no estoy muy bien.”
Apenas si conseguimos articular unas palabras de consuelo, pedirle disculpa por lo inoportuno de la llamada y que le volveríamos a llamar en unos días cuando estuviese más tranquila.
No estábamos preparados para esta situación de apoyo a un amigo en su duelo.
Y probablemente mucho menos para un duelo de una persona directa.
En épocas como la actual (guerras, tsunami, hambre, etc.) miles o millones de personas se enfrentan a esta difícil prueba todos los días. Algunos, más desafortunados, tienen que afrontarlo varias veces en tiempos muy cortos.

Probablemente nadie esté realmente preparado para vivir un sufrimiento tal sin pestañear. Algunos pueden vivir la pérdida de un ser querido como un abandono. Viven un vacio inmenso e incluso ven en ello alguna injusticia divina: “¿Porqué él y no yo?”
En algunas civilizaciones, menos afectadas por el materialismo y con mayor cultura espiritual, la muerte no es más que una etapa y no un fin. Por ello, sus familiares acompañan el fallecido espiritualmente, con rezos, cantos y bailes de alegría. Como si dijeran al difunto: “Estamos tristes de que te vayas, pero felices de haber compartido camino contigo en esta tierra. Buen viaje querido. Seguramente nos veremos pronto.”

Valoramos a los que se marchan, por el amor, afecto o ternura que hemos recibido de ellos, creciendo a su lado. Sentimos pena porque los respetamos y estamos tristes porque no volveremos a disfrutar de estas emociones con ellos.
Podemos sentirlos como nuestros, y dolernos cuando nos los quiten. O sentir que nos han sido prestados por el universo y que tal como llegaron a nuestras vidas, pueden marcharse en cualquier momento. Considerémonos privilegiados de haber compartido con ellos.

La muerte física es parte de la vida, solo queda aceptarla como tal. Pero los que nos dejan, son también energía y espíritu. Aunque su presencia en la tierra sea temporal, su alma y su energía permanecen con los que le conocieron.
¿O era tan solo su cuerpo lo que amabas? ¿No son el amor, la estima, el respeto y la admiración sentimientos que van mucho más allá que el cuerpo físico? Aunque ausentes, estas personas pueden y deben servirte de modelo y de inspiración para disfrutar mejor de tu vida.

El duelo nos demanda una cantidad enorme de energía y nos paraliza. Frente a ello, cada uno elige reaccionar de modo diverso:
Algunos dan gracias por haber podido compartir con esta persona en su paso por la tierra, y escriben todas las cosas positivas que esta persona les ha aportado y se alegran por ello.
Otros escriben una carta al difunto, con todo lo que no tuvieron el tiempo o la osadía de decirle en vida. En esa carta, le piden perdón por esos conflictos no concluidos. Esta carta quizás les libere de un sentimiento de culpabilidad y permita descargar un pesado fardo de sus hombros, al convertirse en humo en el fuego purificador de una vela por el difunto.
Lo más habitual es hablar con los amigos (o con un terapeuta).  Están ahí para ayudarte en estos momentos difíciles de la vida. La mayoría de las personas que viven el duelo, exteriorizan su pena, y vomitan sus males para limpiar su corazón y sentirse mejor compartiendo esa carga. Compartir con los amigos, incluso conseguir reir con ellos es un estupendo bálsamo para todas las situaciones.

Sea la que sea la opción que te convenga, sobre todo no te quedes prostrado. Mueve tu cuerpo tan pronto como puedas, pasea por el campo y sal con los amigos. El movimiento, el contacto con la naturaleza y el amor son quizás los  mejores componentes para restablecer tu equilibrio y honrar a tu ser amado.

lunes, 14 de marzo de 2011

¿MORIRAN TUS SUEÑOS CONTIGO?

Por hilario.martinez@auraconsulting.es
Pasan los días y las prioridades cambian. Lo que ayer parecía de primera urgencia, hoy queda relegado a un segundo plano.
Imagínate que tu médico te comunica que solo te quedan unos meses de vida.
Tras unos momentos de agobio y seguramente muchas lágrimas, es probable que comiences a reflexionar más fríamente, en particular en lo que deseas hacer o conseguir en los días que te quedan.
¿Qué experiencias desearías intentar?
¿Qué lugares quieres visitar?
¿Con quién deseas pasar estos últimos días y que te gustaría decirles?
¿Qué sueños, que objetivos o que proyectos soñados toda la vida, quedan por realizar..?

Es posible que en tu vida aparezcan infinidad de sueños de todo tipo. Esos que guían muchas veces nuestras acciones y decisiones:
Quiero dar la vuelta al mundo.
Quiero vivir a tope.
Quiero ser el mejor profesional
Quiero montar un imperio económico
Quiero tener infinidad de aventuras (de todo tipo)
Quiero, quiero, quiero, …

¿Cuántas personas crees que, en su lecho de muerte, tienen como pensamiento: “Siento no haber estado más tiempo en la oficina!”, o “Siento no haber conseguido aquel Ferrari!”?
¿Y tú, qué crees que sentirás realmente? ¿Qué te dolerá dejar en el tintero?..

Cada uno tendrá sus particulares sueños, aunque posiblemente muchos confluyan en algunos de los siguientes puntos:
No haber hecho algo que me guste.
No haber permitido disfrutar a mi familia.
No haber estado bien con mis personas queridas.
No haber aportado algo de valor para mis descendientes.
No haber vivido de acuerdo a mis creencias.
No haber disfrutado de las cosas diarias.
No haber sido feliz en cada momento de mi vida.

Existe un proverbio que reza: “Vive cada día como si fuese el último. Algún día acertarás”

¿Porqué no comenzar a vivir la vida de ese modo? Con conciencia y responsabilidad, claro está. No vayas a gastar todos tus ahorros mañana a primera hora por si no existe otro día.
Recuerda que lo que probablemente más te duela dejar cuando te vayas, posiblemente no esté muy relacionado con el dinero, y que seguramente esté en tus manos hacerlo sin esperar a que te toque la primitiva.

Imagina el potente mensaje que enviarías a tu subconsciente si comenzaras a vivir como si te quedase poco tiempo de vida. Lo estarías preparando para disfrutar de cada momento.
¿No es el Presente, el único momento que tenemos con seguridad?

¿Qué pasará en tus últimos momentos sobre la tierra: te arrepentirás de lo que no has hecho o recordarás tu paso como un camino lleno de buenos momentos, vividos celebrando la vida al máximo?

Si todo esto no te encaja, quizás prefieras seguir el siguiente consejo.